EDITORIAL

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DECIDAMOS FRIAMENTE

Cuando uno es chico siempre cree en que todo lo que sale de la televisión, de la radio, de Internet, es verdad… una verdad absoluta. Claro, porque uno es chico. Pero crecemos. Y empezamos a notar cosas extrañas en los medios de comunicación… televisión, revistas, portales de internet, diarios, radios… Sucede que en un lugar decían tal noticia… en otro lugar la misma noticia parecía sonar diferente… y en otro lugar la noticia ni siquiera era publicada…

De esa simple observación surge la verdad de que los medios de comunicación no siempre son imparciales. Se ponen la camiseta de alguna de las partes. Y esto se nota mucho sobre todo en lo relacionado con la política.

Hay intereses económicos y alianzas con personas del poder que hacen que las noticias se desdibujen. Son cada vez menos los medios serios e imparciales que dejan que de última, la opinión final la tenga el consumidor del medio.

Más bien se pinta la cosa para que se piense lo que ellos quieren de tal o cual noticia o persona. Eso no está bien, atenta contra la libertad y la democracia. Y además se abusa porque son formadores de opinión, y hay mucha gente que no diferencia entre la verdad y la verdad ficticia que te muestran, aceptando la desinformación como lo real. No estamos exentos tampoco nosotros de esto, tratamos siempre a lo largo de los años de que esto no nos salpique, aunque a algunas personas no lo crean así.

Empieza la campaña electoral en Capitán Sarmiento y los candidatos se pasean por cuanto medio de información esté a su alcance, pero en muchos de los casos la gente no sabe que los espacios políticos ofrecidos en la mayoría de los casos son pagos. Entonces, los medios de comunicación se vuelven en títeres del poder político y económico. No debe sorprender entonces que medios informativos que durante décadas criticaran a gobierno de turno, de buenas a primera comiencen a armonizar con aquel gobernante que siempre criticó por una razón económica. De repente todo lo malo que tenía, ahora es un bálsamo de olvido, y hasta casi es un tributo que nadie había apreciado anteriormente, solo para contribuir a convencer al elector. Y otra vez más, la sociedad pierde. Porque el medio de información debe formar opinión, pero dejando en libertad al lector, al oyente o espectador, para que piense, y nada mejor que tener una conducta en el tiempo que permita al elector, en este caso elegir lo que cree mejor, sin ninguna clase de influencia. Pero esto hoy es imposible en nuestro país y por ende también en nuestra ciudad.

Amigo lector, la única opción que va quedando es obtener información desde todos los medios de información, después cada cual la dibujará a su modo, y luego fríamente decidir por nosotros mismos cual es la verdad de la noticia mas allá de lo subliminal del mensaje que se  transmite.

Nuestro deseo es que de una buena vez quienes tenemos el poder de informar como estamos como país, como mundo, como sociedad, dejemos de lado nuestro propios intereses, y difundir solo la verdad única de la moneda. Si no, perdemos todos.